jueves, 18 de abril de 2013
Tancredo "El violinista errante"
Polifacético en su personalidad, pero también en su despliegue musical, Tancredo, es de esos típicos personajes del under que pese a su cuna clásica no tienen reparos a la hora de la creación. Ecléctico, en plena expansión, experimentador nato, no le escapó a ningún tipo de género y llevó su violín eléctrico a discos de León Gieco, Los Nocheros y hasta de Los Auténticos Decadentes. Para él hacer un trabajo para Gandini y tocar con Man Ray implica una apertura que los músicos clásicos, en general, no tienen. La primera vez que tocó el violín hizo a Vivaldi. Pero después, según recordó, se abrió hacia otros campos.
Roby Neves, más conocido como Tancredo, nació en Refinería. Casi al mismo tiempo que empezó a escribir aprendió a trazar sus primeras notas musicales. A los 5 años comenzó sus prácticas de guitarra y no tardaron en aparecer las invitaciones a peñas y otras festividades. Incluso, ya en la adolescencia consiguió su primer trabajo como bajista de un desconocido grupo zonal. Hasta ahí nunca había tocado un bajo y estudió nada más y nada menos que en el propio escenario. A los 18 años ingresó en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y eligió el violín como primer instrumento de una larga lista que más tarde incluiría: rebec, laúd, mandolín y bandurria.
Tuvo dos tipos de formaciones musicales en paralelo. Una que podría llamarse clásica y otra, más vinculada a la música popular y al rock. En cuanto a la primera, un resumen podría decir que tocó violín en la Orquesta Sinfónica Provincial e integró el Grupo de Cámara de Música contemporánea dirigido por Dante Grela. Que fue parte de la Orquesta de Cámara del Coro Estable de Rosario, también del trío de Cámara, acompañante del coro de Arroyo Seco, miembro del Coro Polifónico de la Escuela Universitaria de Música. Y también, integrante de la Asociación de Jóvenes Compositores de Rosario, músico-actor del Grupo Alep (Danza y Música Contemporánea). En Brasil tocó en la Orquesta de Cámara de Blumenau y fue instrumentista de la Orquesta de Cámara de Río de Janeiro y de la de la Ciudad de Brasilia.
Con respecto, a la influencia de la música popular y el rock, sus pasos fueron con el Cuarteto de la Ochava, Tango de la Guardia Vieja. Participó instrumental y vocalmente con Lalo de los Santos y con Rubén Goldin. Con Cuti y Roberto Carabajal tocando el violín eléctrico y tuvo participación instrumental con Raúl Carnota, Juan Carlos Baglietto, Los Alonsitos (con quienes también hizo arreglos), Los auténticos Decadentes, Color Humano, Chango Spasiuk, Man Ray, con La Betty Rock Band, Jorge Sulligoy, Tarragó Ros, Los Nocheros. Hizo un dúo de violines con Jorge Pinchesky, tocó en su banda Tancredo, y en Tancredo y la oposición (Sexy-Rock) y con León Gieco. De sí mismo dijo alguna vez: “Mi background tiene que ver con un montón de músicas. Toqué tango del 900 hace un montón de tiempo, también música clásica y folklore. Inclusive, hice cosas que no había escuchado demasiado: música celta y otras. Hasta alguna vez se me ocurrió transcribir temas de Raúl Barboza al mandolín. Por supuesto, me volví loco pero lo hice. Son necesidades espirituales”.
Para hacer realidad uno de sus sueños, el de conocer nuevas culturas, envío su curriculum al Festival Poliarte de la ciudad de Ouro Preto en Brasil. Para su sorpresa no sólo respondieron a su solicitud sino que el Estado brasileño lo subsidió para participar del evento.
Ese viaje inicial, que forma parte de un gran periplo que hizo por todo el mundo, lo reencontró con la música popular. Descubrió el violín eléctrico, instrumento que aplicó por primera vez en su banda llamada Frankenstein, con la que debutó en el mundillo del underground rosarino. Ya de regreso, intentó implementar la presentación de un show no sólo musical sino también mixturado con una puesta escénica singular. Pero la crítica no lo acompañó (en realidad, casi nunca lo hizo) y sus recitales fueron cuestionados por “violentos y sexistas”.
“Identifico el sonido del violín con los sentimientos más extremos: la violencia, el sexo, el orgasmo, el odio. A los tibios los vomitaré de mi boca”, sintetizó Tancredo.
Para algunos, su estilo se ubica entre Antonio Agri y Jorge Pinchevsky. Enérgico violinista y showman al mismo tiempo, nadó como pez en el agua en los diferentes estilos que acompañó con su instrumento. Quizás, la clave de no haber saltado a la fama, radicó en que resignó mucho tiempo para grabar discos como solista –apenas dos autogestionados y jamás vistos en bateas populares: uno conTancredos, Noche de Fiesta, y el otro con Tancredo y la Oposición, llamado Elite Cool, que sólo se vendía en recitales– y pasó más años de acompañante de grandes artistas y bandas.
Entre la sensación de frustración y de artista incomprendido, Tancredo disolvió Frankestein y emigró a Río de Janeiro donde intentó poner en práctica alguna de sus ideas de lo que debía ser un show pero también modeló, diseñó su propia ropa y tocó en las calles cambiando el estilo de su vestuario según tocara Bach o tango.
“En ningún lado tengo la libertad de ser como soy, ni siquiera en mi propia banda, porque si fuera como realmente soy creo que no iría nadie, se asustarían”, se sinceró el hombre cuyo violín fue y es una extensión de su cuerpo y alma.
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