jueves, 28 de febrero de 2013

Dedicado a Carlos Luchesse

Dedicado a Carlos Luchesse.
Un homenaje.

Rosario ha dado origen y es la fuente de innumerables expresiones de arte. Música, poesía, teatro, danza, escritores y científicos han esbozado sus primeras obras desde estas orillas del Paraná. Y por si fuera poco, también ha sido cuna en la Argentina de las expresiones más estrambóticas que ha dado nuestra cultura. Si bien Carlos Luchesse se ha destacado por su singularidad como músico de jazz, como mítico creador del movimiento surrealista “cucaño”, aunque esto no es más como dice la frase, además de un mito casi imposible de comprobar, uno de las tantas “historias” que circulan en sus callejones repletos de creatividad, hoy podemos asegurar, que también ha constituido “grupos” que jamás cumplieron con la formalidad de anunciarse ante la sociedad, pero que muchos de nosotros conocimos porque hemos sido testigos de sus “aventuras”, y han dejado huella que persistirán por mucho tiempo. La idea rectora de su paso por este mundo siempre fue la transgresión sin claudicar jamás, a pesar de que esto tuvo el “precio” de la marginalidad, inclusive podríamos agregar en la actualidad el vacío oficial de nuestra estrecha democracia, para el reconocimiento que estos artistas se hubieran merecido. Pero al mismo tiempo, podemos decir que tal vez eso mismo signifique una justicia para el verdadero lugar que para nosotros tienen aquellos que no se vendieron como una mercancía más… cuando hoy ello es moneda común.
La “formación” de Carlos pasó por lo insólito, o no tanto. Comenzando por enloquecer a sus vecinos y a su propia familia, a quienes les robaba las ollas y los sartenes para abollarlos en la terraza y crear un estilo que haría huella en la ciudad, al punto que llegó a ser considerado un excelente percusionista de sesión, convocado muchas veces por los más destacados músicos. Hablamos de Tito Méndez como un solo botón de muestra desde el jazz; así como de Rubén Goldín o Fito Páez en los ámbitos del rock. A pesar de esto, diremos que su “carrera” no tomó vuelo al darle esa vuelta tan particular que eran básicamente improvisaciones que desbordaban al propio curso típico que hace  base en el jazz, así como en otros estilos en los que incursionó.
 El problema, si pudiéramos expresarlo así era que Carlos no se ataba a nada.
Luego tenemos que traer aquí otra de las facetas del artista menos conocida públicamente, pero harto habitual para los círculos que frecuentaba  y para los que tuvimos la dicha de estar muy cerca de él: nos referimos a su comicidad. Tenía un gesto clásico, consistente en la extensión                                                                                              sistemática de uno de sus brazos al mismo tiempo que profería                                                                                                                  su frase latiguillo: “totalmente…”

Desde aquí nuestro humilde homenaje a este Creador con 
mayúsculas; brindamos por él.
 ¡Hasta la próxima querido  Carlos “totalmente” Luchesse!


En Rosario, Amílcar Del Gaudio


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