Dos tipos audaces (del blues local) por Daniel Schreiner
“Soñé que muchas cosas se ordenaban / volvió la charretera a su lugar…”. El que canta con voz grave es Caburo, un flaquito de porra y bigote que toca la tumbadora. En la viola está Roger, otro flaquito, de chivita y dedos con swing. La banda tiene además bajo, batería, teclados y una sección de bronces. El tema es “Cosecha del 82”, tiene la firma de Roberto Cevallos –que toca el clarinete porque no ha podido aún comprarse un saxo– y el grupo se llama Contrabanda. El lugar es el Café del Este, en la zona del Parque Urquiza, y es donde se termina de cocinar lo que será la Trova. Claro que Contrabanda tiene muy poco, casi nada que ver con la Trova, ni con lo que suena en Rosario en ese momento. Son los primeros ochenta: la dictadura aún no llegó a su fin y estos músicos insisten en tocar blues y fusionarlo con otros géneros negros, con percusión y arreglos de vientos como marca distintiva. Incluso Contrabanda es grupo estable del lugar y cobra cachet fijo. Pero jamás graba. Ni siquiera algún casete que dé cuenta de cuál era su sonido, como esos discos piratas de Juan Carlos Baglietto o Fito Páez registrados en el mismo bar. Y su historia, como la del blues local, se mantiene desde entonces en los márgenes, en la tradición oral de quienes fueron sus protagonistas. Como la de las orquestas de jazz que se atrevían con algún blues en los bailes de clubes en los 50; como la de Los Gatos Salvajes y la impronta blusera en el piano y el órgano de Ciro Fogliatta; como la del guitarrista Luis Romitti, un auténtico showman, que fundó Los Grillos para de inmediato alejarse de todo lo que fuera sonido beat, y encabezó una banda de rock que dejó un simple mítico: Wolf 424.
Caburo nació como Juan Carlos Vitantonio y en este 2012 acusa 62 años. Roger es Rogelio Muzzio y tiene uno menos. Juntos han escrito una parte importante de la historia del blues local. Roger conoció a Caburo en un bar que estaba por Urquiza, entre España e Italia, en una planta alta, a fines de 81. Era la época de la fugaz y agridulce reunión de Manal, con Pappo embarcado de lleno en el rock pesado con Riff. En ese bar había unas zapadas organizadas por el propio Caburo, el poeta Carlos Mac Allister y el actor Jorge Simone. “Con Caburo teníamos amigos en común y nos conocíamos, pero sólo 'hola y chau'. Caí por ahí; tocaban algunas bandas, estaba de moda el jazz fusión; llegué medio tarde y estaba él sentado con la tumba –en realidad no me acuerdo si estaba tocando la guitarra o la tumba– haciendo el «Blues del Saladillo». Yo tenía en mente que quería formar una banda”, rememora Roger y describe cómo fue ese encuentro.Hola, quiero que cantes en mi banda.
—Yo no canto.
—Pero si estás cantando.
—Bueno, sí, eso.
—Probemos.
Caburo aclara que, según su entender, por entonces no cantaba, sólo jugueteaba con la voz y los versos: decía. Sigue Roger: “Empecé a llamar gente. Yo era un caradura porque estaba haciendo mis primeras armas, apenas podía colgarme la guitarra, y llamé a unos monstruos, que algunos eran y otros fueron después”. Roberto Cevallos era la tercera pata de Contrabanda, que en esos inicios sumó a Eduardo Carvalho (luego un músico de prestigio en Brasil) en piano, Freddy Vera en el bajo y un baterista que hoy es artesano y cuyo nombre ni el cantante ni el guitarrista recuerdan. Luego de un desfile de músicos como Germán Risemberg (tocó el bajo en Staff con Fito Páez) o Roberto Soloa (baterista de Poxi Beat), la banda se consolidó con Juan de Toma en teclados, Juan Ricci en bajo, Guengue Miskov en batería y Raúl Di Fini en guitarra.
“Esa noche del debut tocó Marito Olivera en saxo; teníamos una sección de vientos, de clarinete y tenor, una cosa rarísima, hacíamos una mezcla. La composición era mía, el Negro Cevallos también componía, pero el Negro tenía más en claro la fusión; él fusionaba blues, soul, latino. A mí me salía blues o latino, no me salía fusión”, recuerda Roger. Contrabanda se disolvió a los pocos meses, pero dejó sembrada la base para futuros proyectos. En el medio, el grupo tocó por ejemplo en un festival en la sala Luz y Fuerza, al lado de la comisaría 2ª, a favor de la liberación de los presos políticos. “Por ahí tengo el afiche con dibujo de Fontanarrosa. Fue la primera vez que tocamos «Blues del Saladillo» para mucha gente y el público se cayó de espaldas, por esas cosas que tiene Caburo de escribir cosas costumbristas. Igual con un tema mío que se llama «Miedo» Éramos como el Manal rosarino”.
Thompson & Modart
Caburo escribió el “Blues del Saladillo” en 1976: “Cuando cruzo el puente del Molino Blanco / Veo Saladillo cuál es tu dolor / Silbando algún tango a mi lado pasan / Obreros del sur sucios de sudor / Ya no mata este día de sol”. Recién lo grabaría en un disco 32 años después. “Yo nací en Rosario, pero mi viejo era de Gendarmería y lo trasladaban y terminamos en San Martín de los Andes –relata Caburo–. Para mí fue el día y la noche: escuchaba radios chilenas y un día sale un tema que era «Twist y Gritos» de Los Beatles y me voló la cabeza. Y al otro día ¡yo ya era diferente loco! Ahí viví hasta los 14 años y vinimos a Rosario, a Ayacucho al 4900. La mejor parte de mi adolescencia y entrada de mi adultez fue en Saladillo, todo ese barrio desde Uriburu para el fondo”.Roger compuso “Miedo” en el 81. Es un blues que hacía Contrabanda pero que tomó vuelo propio una década después en la versión de Taxi Blues, con voz de Adriana Coyle: “Huir del abismo / Ser añejo y enfrascado / Mientras lo más importante / Es la misma luz / Que se ha olvidado / Infierno que no es invierno / Y en escarchada ventana /
Hoy te miro y todo se empaña en plenitud”. Confiesa el compositor: “La letra es una carta que me mandó una chica a la cual yo no correspondía como ella quería. Con algunas pequeñas licencias es tal cual lo que ella escribió en una servilleta de bar y yo musicalicé”. Muzzio vivió su infancia en la zona de la Terminal de Ómnibus y después se fue a Alberdi: “Yo iba a la Dante (Alighieri) y en la Dante siempre hubo una historia, salieron un montón de músicos: Fito Páez, Claudio Cardone, Tweety Tegiacchi. Se hablaba mucho de música: yo descubro a Los Beatles y estos me llevan a la música negra, porque (John) Lennon hablaba siempre de eso, de rock and roll
Traffic
Algunos años después de la separación de Contrabanda Vitantonio y Muzzio se volvieron a juntar en un grupo que se llamó Tráfico, en el 89, cuando se terminaba la década del pop y el blues se aprestaba a tener un nuevo cuarto de hora a nivel mundial, a caballo de la revolución del disco compacto. Caburo confiesa que antes de Tráfico tocaba la percusión en Misterio, un grupo de cumbia, y Roger cuenta que mientras tanto se puso a estudiar composición. Hasta que volvieron a juntarse. Los temas funky con arreglos de vientos como “Nadie habla nadie ríe” caracterizaron a Tráfico: “Entro a El Cairo embolado / En esta carpa el circo sigue igual / Entro a El Cairo, me refugio / En un rincón del viejo bar / Nadie habla nadie ríe / Nadie vibra ya en este lugar”. La banda debutó a fines del 89 en el bar Metro, un sótano de Laprida al 500, en la bajada. “Al principio era mucho blues, rock and roll; y para la última época eran blues arreglados, con vuelo, por la influencia de la música de los blues modernos de afuera, como Robert Cray, Stevie Ray Vaughan, Albert Collins. Pocos entendían lo que estábamos tocando. Teníamos temas míos, de Caburo y muchas veces componíamos entre los dos”, dice Roger. Tráfico llegó a grabar un disco que jamás se editó y la banda se separó.
El blues de Rosario
En forma paralela a Tráfico Roger sostenía Taxi Blues con Palmo Addario, Adriana Coyle, Marcelo Gallego y el Negro Coronel –que tocó la batería en la última época de Tráfico–, una banda que hacía muchos covers más algunos temas del propio guitarrista. Tráfico se separó cuando Roger y Addario se fueron a Córdoba a tocar con Taxi Blues. En el caso de Muzzio, se quedó en esa provincia varios años. Con Roger fuera de la ciudad, Caburo se juntó con Pablo “Bonzo” Morelli en guitarra. Llamaron a Javier Actis en bajo y Marcelo Reyna en batería, y armaron La Rocanblus, otra banda de la cual sólo hay algún material grabado en vivo pero que también marcó por dónde pasaba el blues local en los 90. Más tarde, Caburo creó La Cabureta y finalmente dio vida a Caburoblus, su actual agrupación, con la que entró a estudios, editó dos discos (el primero es de 2006) y se apresta a tener en la calle un tercero.
Cuando Roger volvió a Rosario formó Tráfico Fun Club, como él mismo dice “una mezcla de Tráfico y Contrabanda”, con la que grabó un disco que tampoco pudo editar. A mediados de la década pasada, Muzzio armó Roger & Los Sospechosos, banda con la que formó parte del emprendimiento cooperativo Blusario, que Roger y Caburo impulsaron con otros músicos locales en una época en la que los bluesmen del hemisferio norte aún no pensaban en bajar a Sudamérica, porque la burbuja de las hipotecas yanquis todavía no había estallado.
Relata Caburo el origen de Blusario en 2004: “Un día veo una noticia de los maestros que se estaban juntando y digo: por qué no juntamos los músicos. Se me ocurrió armar una movida sólo de blues. Nos ponemos la camiseta con Roger y conseguimos un lugar, El Picadero (Urquiza al 1300), y todos los miércoles tocaban dos bandas de blues, se pasaban videos. Blusario llegó a tener 24 bandas. Duró un poco más de dos años”. Los veteranos lo habían hecho de nuevo: pusieron otra semilla en el blues local, impulsando a muchos pibes a juntarse, tocar, componer. Los mismos que hoy, cada fin de semana, recorren los bares de la ciudad.
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